Tal y como había anticipado, Kim Dotcom lanzó la nueva Mega en el dominio neozelandés mega.co.nz exactamente el mismo día, hora y minuto en que el año pasado sufrió el asalto a su mansión. Un servicio funcional y espartano en su aspecto, que ofrece 50GB de almacenamiento gratuito, y tres categorías de cuentas de pago: de 500GB de almacenamiento y 1TB de transferencia por €9.99/mes, de 2TB de almacenamiento con 4TB de transferencia por €19.99/mes, y de 4TB de almacenamiento con 8TB de transferencia por €29.99/mes. Los mejores análisis del servicio los he leído en Gizmodo y en Ars Technica, que también publicó una interesante entrevista con Kim Dotcom el día antes del lanzamiento.
En principio, Mega sería similar a un Dropbox o a un Google Drive, pero con un detalle interesante: todos los archivos que subas son cifrados en origen con una clave RSA de 2048 bits. ¿Qué supone un cifrado con una clave de 2048 bits? Puedes verlo tú mismo. Por supuesto, podrías cifrar tú mismo tus documentos y subirlos posteriormente al repositorio que tú quieras, pero que el sistema esté directamente integrado aporta un nivel de conveniencia más que interesante que asegura un incremento drástico en su nivel de uso.
Esencialmente, Kim Dotcom ha reconstruido su servicio con una idea central en su cabeza: blindarlo contra la intervención anterior. Por un lado, todo lo que se sube a Mega está cifrado de manera radicalmente segura, lo que impide cualquier reclamación a la empresa sobre el contenido de sus servidores. Lo que está en los servidores de Mega es responsabilidad exclusiva de quien lo subió ahí, y únicamente puede ser recuperado por aquellos que tengan acceso a la clave. Que en esos servidores haya música, películas, pornografía infantil o los planes de la conspiración secreta del sobrino de Osama Bin Laden para terminar con la civilización occidental es única y exclusivamente problema suyo, porque nadie que no tenga la clave lo puede recuperar (y por supuesto, tampoco Mega, por mucho que se lo exigiesen). Ya seas el FBI, el Mossad, 007 o el agente Bourne, da lo mismo. Tu única posibilidad de acceder al contenido de Mega de un usuario es hacerte con su clave.
Por otro lado, el servicio se sustenta en una infraestructura completamente distribuida de servidores en cualquier lugar del mundo con un sistema de replicación que asegura que cada archivo estará en más de un sitio, lo que le permite apoyarse en servicios de bajo precio en cualquier lugar del mundo y evitar lo que pasó hoy hace un año, que el sitio entero dejase de estar disponible en una sola operación. Una red completamente cifrada y distribuida.
Una vez los ficheros están en Mega tras un proceso en el que el sistema recomienda llevar a cabo con un navegador Chrome actualizado, puedes generar un enlace de descarga a uno o varios ficheros, y enviarlo a quien buenamente quieras, teniendo en cuenta que no le servirá absolutamente para nada si no tiene la clave, y que la seguridad de toda la operación dependerá, por tanto, de a quién confíes la clave y cómo la transmitas. Puro almacenamiento en la nube, pero en una nube que puede llegar a ser muy negra, muy gris o completamente blanca en función de quién la use y para qué. La tecnología, como cualquier otra herramienta, no es buena ni mala: los buenos o malos son los que la usan.
Estamos exactamente donde hace un año sabíamos que íbamos a estar: Kim Dotcom ha reconstruido su servicio, lo ha blindado a prueba de acciones gubernamentales, y ha conseguido una enorme atención mediática en torno a su lanzamiento. No es especialmente innovador, solo más cómodo: no aporta nada que no existiese antes, pero todos sabemos ya el valor que puede tener una mayor conveniencia y una reducción de barreras a un proceso determinado. Hablamos de easy to use one-click privacy, con todas las consecuencias que ello pueda conllevar. No, no tiene por qué convertirse en la pesadilla del copyright, pero puede hacerlo si muchos usuarios deciden utilizarlo para compartir archivos sujetos al mismo. No protege especialmente a sus usuarios, o no más que lo habitual en otros servicios: en caso de requerimiento de las autoridades, Mega compartirá los datos que posea de sus usuarios, sean logs, direcciones IP, tráfico, uso del sitio, información de registro o cualquier otra cosa. Pero parece difícil pensar que esos datos puedan vincularse a un tipo de uso determinado, delictivo o no, si quien acusa no tiene acceso a la clave de cifrado correspondiente.
Es lo que tienen las persecuciones absurdas: que los perseguidos intentan defenderse. Que ahora exista un servicio de almacenamiento cifrado y distribuido al alcance de absolutamente cualquiera, sea una persona buena, mala o regular, es una consecuencia clara de haber montado una desproporcionada y absurda persecución durante años, llevada por los intereses de unos pocos, y que han conseguido que se tornase en un efecto potencialmente nocivo para todos. Han conseguido el dudoso honor de incentivar poderosamente el desarrollo de una red por la que circulamos encapuchados. Con la nueva Mega estamos donde estábamos, donde hace exactamente un añodijimos que íbamos a estar: toda una absurda macro-operación policial aparentemente ilegal y abusiva, para que quien quiera compartir archivos, pueda seguir haciéndolo. Un año después de aquella operación por la que algunos imbéciles brindaban, Mega ha sido reconstruido, Kim Dotcom sigue en su mansión, y ahora, además de contar con una campaña de lanzamiento mediáticamente desmesurada y gratuita y de ser trending topic a nivel mundial, tenemos todas las facilidades no solo para compartir archivos, sino también para compartir los planos del próximo ingenio nuclear que destruya el planeta. Una gran hazaña, sí señor. Buena suerte en el próximo asalto.
ACTUALIZACIÓN: Entrada citada en ABC, “Mega, legal pero no privado“.
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